Una nueva etapa sinodal
En la Semana Santa de 2014 nuestro Obispo convocó un sínodo diocesano con el fin de “analizar la situación de nuestro pueblo para percibir en ella las llamadas que Dios nos hace. La evidente crisis económica, social y espiritual es, además, un desafío pastoral, que interpela la misión de la Iglesia”. “El sínodo ha de ser la respuesta de todos los fieles diocesanos para que ayuden a su obispo en su acción pastoral, en este momento concreto de la historia”. Por eso a estas alturas ningún fiel cristiano debería mirar para otro lado cuando le invitan a participar. Al contrario, todos debemos implicarnos en el sínodo como el acontecimiento eclesial más importante que estamos celebrando en nuestra diócesis en los últimos años. Actualmente hay registrados 350 grupos y más de 3500 personas.
Lo celebramos en el contexto del pontificado del Papa Francisco y desde el principio hemos tomado como referencia doctrinal fundamental su exhortación EVANGELLI GAUDIUM, que se pidió fuera conocida y reflexionada en parroquias, asociaciones, etc. De vez en cuando el Papa nos alerta sobre el peligro de caer en la pereza, la inmovilidad o las rutinas. ¡Cómo debemos tener en cuenta este aviso en nuestro sínodo! Llegó a decir en el n. 207 de EG que “Cualquier comunidad que pretenda subsistir tranquila, sin ocuparse creativamente” de ellos y de incluir a todos, “correrá el riesgo de su disolución” y “terminará sumida en la mundanidad espiritual, aunque sea, disimulada con prácticas religiosas”.
Ahora, cuando estamos iniciando nuestros trabajos de grupo en el sínodo, debemos tener presente algo que el Papa nos recuerda continuamente: que somos “discípulos misioneros” y que no debemos dejarnos arrastrar por “…el gris pragmatismo de vida cotidiana de la Iglesia, en la que aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando” (E.G. 83).
Cuando el Papa habla de retornar a las fuentes, al Evangelio, a lo esencial, seguramente nos está pidiendo que desechemos las estériles disputas eclesiásticas de sacristía, la lucha de bandos y las hostilidades entre familias eclesiásticas o teológicas. Es una invitación apremiante a lo esencial: ponernos a los pies de los crucificados por las desdichas e injusticias de la vida, mantener fijos los ojos en el Señor y, desde la diversidad, ser uno para que el mundo crea. Eso, que no se podría decir que es nuevo, es, sin embargo, por la forma y la intensidad con que lo proclama, la singular novedad del papa Francisco. Lo curioso es eso que “novedear”, como él dice, no es otra cosas que volver a lo esencial.
“Una opción misionera capaz de transformarlo todo” necesariamente exige “la reforma de algunas estructuras eclesiales”, con el fin de “procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras” (EG 27).
Con este Papa se acentúa el uso de la expresión “reforma de la Iglesia”. Sin embargo, ya Benedicto XVI en Friburgo (25-sept de 2011) se refirió a lo que debería cambiar en la Iglesia y decía: “…por lo que respecta a la Iglesia, el motivo fundamental del cambio es la misión apostólica de los discípulos y de la Iglesia misma” y situaba la necesidad de la reforma no solo en la conversión personal, sino en cambios estructurales, que vienen justificados por la necesidad de la evangelización y no como una necesidad de adaptación a lo mundano sino como un volver al Evangelio.
La reforma se sitúa, sin duda, en el ámbito de la conversión personal. Solo cambia la Iglesia si todos los creyentes nos convertimos (EG 79-109). Pero el Papa también sostiene que la reforma va más allá de la conversión personal y que son necesarias reformas en las estructuras, con el fin de que sean más evangélicas y respondan mejor a la misión de anunciar el Evangelio en el mundo de hoy.
Si nos fijamos en el Papa “de la vida cotidiana”, podemos percibir algunos aspectos de esa reforma que él busca:
- Un estilo marcado por la sencillez y la normalidad.
- Acentuar la alegría del Evangelio. Eso es lo esencial y hay que saber desprenderlo de todo aquello que lo hace indigesto o lo envuelve de tristeza.
- Hacer presente en el mundo de hoy al Dios de la misericordia. El Evangelio es alegría precisamente porque no son normas indigestas ni verdades lejanas, sino que transmite el amor misericordioso de Dios. El próximo día 8 de diciembre inaugurará este año jubilar que tiene como lema “Misericordiosos como el Padre”. En nuestra diócesis se abrirá el 12 de diciembre.
Momento actual del Sínodo
Ahora estamos empezando una segunda fase en el Sínodo Diocesano que se prolongará hasta diciembre de 2016. En este sentido, el papel de los grupos sinodales, como cauce de participación del Pueblo de Dios en el Sínodo, es clave. Su objetivo es hacer propuestas para preparar la Asamblea Sinodal final y, por ello, sus trabajos tienen una gran importancia en comunión con el resto de la Diócesis.
Jesús Moreno Ramos. Vicario de Pastoral y Secretario General del Sínodo Diocesano