VII CONGRESO: RENOVADOS Y EN COMUNIÓN


“Renovados desde Cristo, caminando en comunión”
Mons. Julián Barrio, arzobispo de Santiago de Compostela.

El arzobispo de Santiago de Compostela, Monseñor Julián Barrio, ha intervenido en el Congreso Diocesano en la tarde del viernes, con una ponencia con el título: “Renovados desde Cristo, caminando en comunión.”

Los objetivos de su exposición eran: animar la celebración de este congreso, favorecer la reflexión conjunta de los diocesanos, acerca de la situación espiritual y ayudarnos a marcar hasta donde pueda, unas prioridades pastorales comunes.

Resumen de la conferencia.

No podemos eludir nuestra responsabilidad. En el ámbito pastoral estamos viviendo un cambio. Teníamos todas las respuestas para todas las preguntas, y ahora nos han cambiado las preguntas. El sínodo tiene que ayudarnos a escuchar las preguntas de los demás porque, si no, difícilmente podemos dar la respuesta adecuada en un momento en el que de manera especial tenemos que ir de lo visible a lo invisible y, en este peregrinar, no herir nunca el corazón de nadie. Este es el ámbito y el horizonte espiritual en el que nos enmarcamos.

Es bueno conocer la situación para transformarla.

Ha disminuido la asistencia a la misa dominical, no todos los niños son bautizados ni hacen la comunión, no todos los jóvenes se confirman, ha disminuido el número de matrimonios celebrados en la iglesia, ha aumentado el número de parejas de hecho, la moral sexual y la vida familiar están muy alteradas, los planes de natalidad son restrictivos, falta de vocaciones y alta edad de los sacerdotes, falta de vocaciones a la vida consagrada, el desaliento, el cansancio y la tibieza se hacen notar en el día a día. Algunas parroquias se van empobreciendo cada vez más. Laicismo y relativismo. “Si nosotros no imponemos nada a nadie, ¿por qué no nos dejan ese derecho de vivir públicamente nuestra religión?” 

No todo es negativo. También hay signos de recuperación

El trabajo de Cáritas ha mejorado la imagen de la Iglesia. Sube el número de los que se declaran católicos practicantes. Una mayor clarificación entre católicos y no católicos. No todo es negativo. Hay que superar la tentación del continuismo, de la vuelta al pasado. Lanzar un  mensaje de conversión, y la renovación, la evangelización y la misión. Renovación espiritual de la comunidad cristiana.

Un sínodo es éxodo, diálogo, salir de la lógica del todo o nada, de lo mío o lo tuyo. Reflexionar para crear soluciones juntos. No perdernos en contiendas y palabras. Renunciar a ser el epicentro y hacer espacio a Cristo y a nuestro prójimo, vaciarnos de la autosuficiencia para compartir nuestra esperanza con quienes compartimos la misma fe. La conversión es un don, no sólo para los individuos, sino para toda la comunidad cristiana. 

María, como en las bodas de Caná nos invita a probar un vino nuevo, aunque sea por necesidad. Además, toca curar las heridas como el buen samaritano e imitar al administrador sagaz, que no se quedó parado ante las circunstancias, sino que supo actuar.

Un tiempo de crisis es oportunidad de gracia. La esperanza en Dios no nos vuelve ingenuos, sino que nos hace decididos y nos ayuda a vencer los miedos. En los momentos de himpas del Sínodo, en las dificultades, también se probará nuestra voluntad.

Nuestra sociedad parece una muchedumbre solitaria. Pero, aún cuando sufrimos, nos agarramos a un destello de esperanza que se expresa en experiencias de la vida que concretan pequeños anhelos personales.
¿Quién será el samaritano que en nuestros días se detendrá en medio del camino para ayudar?

La iglesia diocesana es testigo de que son miles las personas que, dejando atrás la rutina que asfixia su alma, comparten alimento, tiempo y fe y sus esperanzas más profundas. Soy plenamente consciente de que nuestros conciudadanos sienten la iglesia como algo extraño. Para muchos la Iglesia, quizá por nuestro actuar, es una institución meramente humana.

Somos acción creadora de Dios. Muchos buscan con sinceridad las huellas de Cristo en organizaciones benéficas, quizá por no encontrar entre los que formamos la Iglesia un buen modelo.  Hemos de mirar a los de dentro, pero no olvidemos a los que están fuera.

Vino nuevo en odres nuevos

Es necesario encaminar nuestros pasos hacia el manantial de la Palabra de Dios, capaz de transformar nuestras vidas y también la sociedad en la que vivimos. Nuestra iglesia diocesana necesita con urgencia esa Palabra.

¡Que la Palara viva alcance el centro del sentir y pensar! Es urgente volver a las antorchas de nuestra fe, a los testigos de la ternura divina que desde el corazón del Evangelio nos apremian. El Reino siempre viene de Dios. Pero necesita la Palabra. Necesitamos dejarnos evangelizar por Cristo.

La celebración del Sínodo diocesano nos ayudará a descifrar en comunión por donde encaminar nuestros pasos en nuestro quehacer pastoral. A sentir la necesidad de ser evangelizados y a la vez la urgencia de la misión. La fe se fortalece compartiéndola y hoy tenemos mucho campo para compartirla, cuando sólo intentamos conservarla la perdemos, como aquel que enterró el talento.

La razón de nuestra iglesia no es otra más que evangelizar. La Iglesia no es para ella misma, sino para los hombres y mujeres.

Sal de tu tierra

Un sínodo es hacer juntos una experiencia de comunión y corresponsabilidad una puesta al día y actualización de nuestro compromiso de fe. Un proceso en el que la iglesia diocesana tomará conciencia de sí misma. Descubrirse protagonista de su rumbo pastoral. Asumir la responsabilidad de la acción pastoral y del testimonio de fe. El proceso sinodal no es en absoluto algo externo o artificial a nuestro ser iglesia. La Iglesia es asamblea de hombres y mujeres que escuchando la palabra, se ponen en camino y en ese mismo caminar, se dejan encontrar por cristo.

Un sínodo es iglesia en acción, es manifestación de la Iglesia Local, en su ser misterio de comunión- la diócesis es un nosotros. De la urdimbre sinodal nacen los planes pastorales, expresión de un compromiso concreto, que traduce nuestro servicio evangelizador.

Nacer de nuevo siendo viejo

Conversión 

Es necesario valorar en la fe, los métodos, estructuras, organismos diocesanos, e incluso actitudes personales que acercan o incluso alejan de la misión. El sínodo ha de estimular la renovación de las estructuras como la conversión de los corazones

Convertirse es

Renunciar a ser epicentro para hacer espacio en los sentimientos y compromiso a Cristo y al prójimo. Arriesgar y abandonar nostalgias. Vivir en esperanza, desprenderse de lamentaciones y pesimismos. Renunciar a nuestras seguridades. Sólo el Espíritu puede hacer que los que somos distintos cooperemos unánimes en este importante servicio a nuestra iglesia. La conversión no es sólo un don para los individuos sino para toda la comunidad cristiana

Escucha

Vivir el sínodo supone: Orientarse juntos hacia la escucha de lo nuevo. Salir de nuestras inercias y prejuicios individuales o colectivos. Escuchar con oídos nuevos lo que el señor nos dice.

Oración

No hay postura más realista que la orante. Una actitud orante nos ayudar a crear en todos un oído atente capaz de escuchar lo que pase inadvertido. Presentir el susurro del Espíritu en medio de los acontecimientos. Nos capacita para cribar lo trivial de lo real, lo superfluo de lo necesario, lo llamativo de lo importante.

Realismo esperanzado

La tarea del sínodo requerirá:
Toda la fe en la providencia de Dios. La puesta en valor de nuestros recursos personales y colectivos. Un sano espíritu de discernimiento. Responsabilizarnos más conscientemente de aquellos que son marginados. Ser hoy la Iglesia que Dios quiere. Vivir la realidad como el solar donde se está realizando la historia de la salvación. No pasar por alto nuestras deficiencias.  Presentar con confianza al Señor nuestros cinco panes y dos peces. No esperar del Sínodo lo que no estemos dispuestos a compartir. No exigir a los demás lo que no estemos dispuesto a aportar cada uno.

La reflexión serena nos ayudara a no imponer nuestros criterios

Nos dará paciencia para acompañar los ritmos de las comunidades. Nos librará de la pasividad que escandaliza a los más débiles. Nos ayudar a reconocer con serenidad la vida en nuestros ojos y las semillas de verdad en el hermano. Poniendo la mirada en los signos de los tiempo.

 “Con vosotros soy cristiano, para vosotros obispo”. San Agustín

El obispo reconoce el valor de cada piedra viva, pero su responsabilidad es velar por la solidez de la casa entera. Ha de tener en cuenta los carismas de cada uno pero siempre en función del bien de todos. Ha de escuchar a otros, pero para no atender sino a Dios, padre de todos. El responsable de toda la pastoral diocesana, es al mismo tiempo e que más necesita a todos para el desempeño de su tarea.

La comunidad diocesana es mucho más que la suma de los bautizados, los cristianos regenerados por la gracia de Dios, tomamos conciencia de los que significa nuestro bautismo. Entonces nos convertimos en comunidad de piedras vivas. Esta realidad de fe se vive en el seno de la iglesia

Donde dos o más están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ello. Mt 18

Nadie en la diócesis debe sentirse ajeno a este acontecimiento. Todos somos ricos espiritualmente pasa poder ser generosos. No partimos de cero, sino del fruto de las generaciones anteriores. En este momento crucial somos responsables de que la fe perviva. Cristo nos está acompañando.